ANAGRAMA 53
Acércate más Valeria,
quiero sujetarte la cintura y tocarte con los dedos la piel,
con el cariño con que se hunden unas teclas de piano.
Que se caigan dos caricias en tu ombligo
y logren salir sin saber a donde ir
pero con la certeza de seguir buscándote.
Ahora se nos cruza el cuerpo
y tu brazo no me deja salir,
te muerdo un hombro
con mis dientes blandos
con mi lengua apretada, mojada,
e intento safarte una media que ya va a la mitad de tu pie
pero que la pisada de una alfombra que se enreda de tu ropa no deja escapar.
Tu cuerpo se estira
y quisiera arrojarse a donde van tus manos
y haces que mis rodillas se encojan
en un escenario de maniobras instintivamente precisas.
¡Valeria, sabes a dulce,
un dulce color canela que baila en su propio sitio!
y me acaricias el cuerpo en una liturgia viciosa, lenta y para siempre.
Continúa apretando así los labios,
siente lo liviana que te vuelves,
escápate de los botones
y deja que te bese y te de vueltas con la boca.
Ya no te sujeto,
los dos cuerpos están agarrados
y son tan incontrolables como una llovizna,
me aprietas los tobillos en las caderas
y humedece,
mi frente humedece,
y tus mejillas enrojecen como una nube que se quema por el sol.
Ese rostro se me pierde
cuando comienzas a gritar hacia adentro,
y es una voz que no oigo,
un grito que golpea impulsivo
que me maltrata y me gusta.
tu mirada se hace extraña,
se revuelve con el miedo,
un miedo en apariencia controlado
pero que resulta impredecible y trágico
y no sé si tus ojos se van a caer
o van a salir saltando por ahí
¡pero los empujas con un gemido dilatado
que los hace rebotar contra todo
y al mismo tiempo los condena a ser inmóviles!
Hay tiempo para respirar,
los humanos hacen treguas
hay espacio para una mirada menguante
y darse cuenta de que tu sonrisa sigue siendo dulce.
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Hace 10 años