domingo, 23 de agosto de 2009

ANAGRAMA 53

Acércate más Valeria,
quiero sujetarte la cintura y tocarte con los dedos la piel,
con el cariño con que se hunden unas teclas de piano.
Que se caigan dos caricias en tu ombligo
y logren salir sin saber a donde ir
pero con la certeza de seguir buscándote.

Ahora se nos cruza el cuerpo
y tu brazo no me deja salir,
te muerdo un hombro
con mis dientes blandos
con mi lengua apretada, mojada,
e intento safarte una media que ya va a la mitad de tu pie
pero que la pisada de una alfombra que se enreda de tu ropa no deja escapar.

Tu cuerpo se estira
y quisiera arrojarse a donde van tus manos
y haces que mis rodillas se encojan
en un escenario de maniobras instintivamente precisas.

¡Valeria, sabes a dulce,
un dulce color canela que baila en su propio sitio!
y me acaricias el cuerpo en una liturgia viciosa, lenta y para siempre.

Continúa apretando así los labios,
siente lo liviana que te vuelves,
escápate de los botones
y deja que te bese y te de vueltas con la boca.

Ya no te sujeto,
los dos cuerpos están agarrados
y son tan incontrolables como una llovizna,
me aprietas los tobillos en las caderas
y humedece,
mi frente humedece,
y tus mejillas enrojecen como una nube que se quema por el sol.


Ese rostro se me pierde
cuando comienzas a gritar hacia adentro,
y es una voz que no oigo,
un grito que golpea impulsivo
que me maltrata y me gusta.

tu mirada se hace extraña,
se revuelve con el miedo,
un miedo en apariencia controlado
pero que resulta impredecible y trágico
y no sé si tus ojos se van a caer
o van a salir saltando por ahí
¡pero los empujas con un gemido dilatado
que los hace rebotar contra todo
y al mismo tiempo los condena a ser inmóviles!

Hay tiempo para respirar,
los humanos hacen treguas
hay espacio para una mirada menguante
y darse cuenta de que tu sonrisa sigue siendo dulce.



domingo, 16 de agosto de 2009

LA LIBERTAD DE UN GIGANTE

Una ininterrumpida cascada carcomal de memoria,
asonante, precisa, mordaz,
tal vez púrpura,
como la lluvia con rabia reventándose sobre lo que se le da la gana.

Un recuerdo que alardea, jacta y grita
como un orador que le saca sangre a las rodillas de la humanidad,
o una puta regada a quien no se le ha remunerado.

Ese envase arrugado enmarañado de zancudos, pegamento y tortas de desgracia,
mi universal historia de murria,
mi mutilada retrospección.

Hoy se rompe el alambre que apretaba la osadía,
como cualquier titán condenado a inmortal sufrimiento,
o un canario suicidándose a cabezazos contra su jaula.

Sale en embestida la criatura,
pesada como una nube gorda,
con el océano entero en su boca sobre una ciudad gris,
como un león arrancándole la piel a una hiena agazapada.
Incontrolable, ciega por la luz que no veía,
¡Con sed!
Desesperada, con más fuerza que la fuerza.
Desgastando con su épico alarido la paciencia del viento.
Y el sonido se desmorona con el paisaje,
como un lienzo mojado
o la cara escupida de un magnate.

Toda la historia del Homo sapiens en su remembranza vital,
desmirriada ante la colosal energía de una pasión individual,
de un gigante que se reveló a su condena de plebeyo mental.

Gloria por siempre a la expresión artística,
la razón ha quedado inválida,
Y no abastece las ambiciones de un soñador.