martes, 8 de diciembre de 2009


REFLEXIONES PEREGRINAS

Me arrepiento hoy en día de no continuar creyendo que el demonio vive en el solar de la casa de mi abuela y que siempre estaba untado de cucarachas que esperaban por mi, cuando me asomara donde no debía a peligrosas horas de la noche. Me hace falta volver a sentir ese miedo puro, malévolo e infinito que me hacía temblar de horror. Quizá la dosis mensual y anual de racionalidad que nos embuten en nuestra formación académica desde el colegio y las demás instituciones que vienen después en la vida de un avasallado ciudadano más, nos mutilan la capacidad antropológica de vivir en un éxtasis imaginario. Esa magia parece haber sido remplazada por ese fenómeno estúpidamente ininteligible que es el estrés, la zabila del esclavo postmoderno.

No lo entiendo, la música no sabe a nada esta vez. Hubo un tiempo de mi vida para el sonido, que ahora llega no mas como ruido sin la necesaria consecuencia del padecimiento esquizofrénico y la idea utópica de volar agitando los sueños, pensando que solo necesitábamos estos para demostrar que teníamos fuerza de acero y astucia de diablos. Mis oídos, ahora entiendo mejor, se encontraban tiernos y eran fácilmente influenciados por un sintetizador bien tirado, que los hacía romper en reflexión. Nunca faltaba un hoyo oscuro que me hiciera sentir repelente, agresivo, con mocos en los ojos, apretando las manos, inflando las venas que moreteaban el cuerpo en su larguero, pariendo a cada rato coágulos de flema roja.


A quien se le ocurrió inyectarme la vida, fraguó el veneno.

¿Donde encuentro de nuevo la fuerza que se quedó en todos los paisajes que odié con energía sólida?. Algunas canciones me recuerdan que se vivió con intensa hambre y revolución. Lamento, en este hueco frío, la falta excesiva de épica y lo noble que es saturar la vida de exageración, magia y lujuria. Es el momento de partir, romper el dogma silencioso que es el siglo XXI entero. El antagonista ya no es gigante y con aliento de fuego, da fatiga narrar que es atomizado, celular e invisible, rabón, despiadado con minimalidades de fútil importacia, pero sobre todo, tramposo. Y el héroe, o sea yo y también tú amigo, deberá ser igualmente una rata desmoralizada, sin músculos, pero con el innoble carácter de dominar el hampa.
*Fotografía de Edinson Esteban Escalante, "Espectrales"