lunes, 20 de febrero de 2012

Vulnerable naturaleza, indomable cultura.



En principio el hombre era un ser de aprendizaje luchando contra la inclemencia de la imposibilidad de su propia fuerza, valiéndose de instrumentos primitivos para enfrentar las adversidades que imponía el mundo de facto, la naturaleza violenta del clima, la racionalidad de la sobrevivencia de las grandes bestias en el bosque, que por poco impiden el ascenso evolutivo del ser humano tal cual hoy nos conocemos. En ese proceso quedaron primos biológicos fuera de esta carrera, los Neandertales se extinguieron acaso alrededor de la última era glacial. La herramienta más  poderosa de las entonces primitivas hordas humanas era un cerebro en crecimiento que le permitió articular causas y efectos cada vez de mayor complejidad. La aparición de la cultura como un proceso de identificación y una prueba de la variedad de material genético que se transformaba a merced de la adaptación evolutiva, apareció en principio como un comportamiento útil, pero hasta ese entonces incapaz de transgredir orden establecido alguno.

Así entonces podemos comprender cómo verdades, que en un principio parecían impuestas irrefutablemente por la naturaleza, ahora se ponen en duda por expresiones culturales que van más allá de las barreras de lo establecido. Francois Jacob explica esto de la siguente manera: “En un sentido, pertenece a la naturaleza porque es una condición general de la cultura y por consecuente no hay que sorprenderse de verla depender de la naturaleza por su carácter formal, es decir la universalidad. Pero, en un sentido también, es ya la cultura, actuando e imponiendo su regla en el sentido de fenómenos que no dependen en primer lugar de ella”

La cultura, junto con sus progresos tecnológicos, que en últimas es evolución del conocimiento del hombre, lucha mano a mano por los límites de lo posible y habla ya el lenguaje de la universalidad, un lenguaje que sólo era impuesto por un mundo indomable, y que ahora se plantea debates de modestia para no sobrepasar la sobrevivencia de la ya vulnerable naturaleza.

Es éste, el súper poder de la voluntad humana, que por medio de sus expresiones culturales ha ido y regresado millones de veces hasta el límite septentrional de lo que conocemos como naturaleza. Saberlo nos ayuda a reconocer algunas falacias que pululan de cuando en cuando al escucharse, de voceros poco liberales, sugestivas verdades vestidas de legitimidad "natural" .

La cultura ha ganado la carrera por la universalidad y moldea la naturaleza desde el suspiro molecular hasta las caricias del espacio.