domingo, 11 de septiembre de 2011


2002, un año de tantas tertulias y pocos homenajes

Hace mucho viento en Bogotá. Tanto como aquél que sacudía un par de árboles de almendrones en frente de mi casa en Cúcuta, hace ya un poco menos de 10 años. Pero no es el viento el que me hace recordar aquella calle llena de ruidos adolescentes, luces tenues y murciélagos hambrientos.
Es una noche oscura en día cualquiera, el viento fresco alienta los relojes, los adultos se duermen y Míguel Kogson, mi grabadora y yo ponemos a rodar un disco de UB40.
- Vea Miguel, anoche estuve trabajando en un poema que creo es el mejor que he escrito en toda mi vida.
- Muestre, léalo a ver que tal Julius.
- Pero Miguel, sea sincero, si le parece aburrido dígamelo. Yo espero poder haber expresado lo que sentí y creo que entre más escribo logro encontrar otros caminos, nuevas maneras, quiero escribir una novela…
-Pero muestre el poema que escribió a ver que tal.
- El poema se llama los versos más poderosos del mundo. Sabe Miguel, yo pienso en una revolución… una revolución que no necesariamente es política… yo creo que el arte puede tener una magnitud tal que en el futuro, si lo logramos dominar a la perfección, podría cambiar el mundo. ¿Se imagina? ¿un solo verso que tenga el poder absoluto de cambiar la voluntad de las personas de todo el planeta?
- Está muy ambiciosa la idea Jealous guy, tiene que escribir la novela de la que tanto habla, a lo Wilde … tiene que tomar los poderes de Dorian Gray. Nosotros hemos superado el nivel de las personas comunes y tenemos que utilizar todos los poderes. A mi papá le llegaron unos libros buenísimos de la colección del tiempo. Ya casi me termino de leer esa novela que le cuento pasa sobre un ex presidente de Panamá.
- Yo he pensado en que la novela debe tener unos 10 capítulos, y ya más o menos sé de que trata cada capítulo.
-intente que sean por lo menos unas 150 páginas. ?Es muy difícil?
-Sabe Miguel, yo quisiera que la novela que voy a escribir lleve en la portada un dibujo suyo, no deje de dibujar, cuanto quisiera yo poder hacerlo, pero mis manos son amotras y créame que lo he intentado pero todas mis líneas son torpes y es lamentable.
- hace mucho tiempo no dibujo ni mierda julius, esas eran otras épocas.
-¿Qué hizo el dibujo ese de la mano aplastándole la cabeza al muñeco ese?
- Jajaja. Ese está en el cuaderno de Biología de noveno.
-¿El de la carenuche?
(…)
Las conversaciones en ese paisaje con Miguel son incontables en cantidad y desestimables por su profundidad. Ese fue tal vez mi primer escenario para mis poemas, con quienes estaba muy ilusionado, influenciado por la gracia de Óscar Wilde que a una edad muy corta me enseñó a creer en la importancia del arte por sí mismo y a emprender la búsqueda de la armonía, la sabiduría y una disciplina que en principio no representaba ningún compromiso y que por el contrario brotaba de una envidiable naturalidad.
Eran los tiempos en los que no sentía el miedo postmoderno del fracaso, donde no había profesiones ni salarios, donde el futuro era ahí mismo. Para ese entonces mis manos narraron unas líneas que jamás pude igualar, porque mis dedos se movían con la impaciencia de un orgasmo invocado por primera vez. Puros eran los ruidos, nobles y pulcros los aplausos, sinceras las palabras, desinteresadas las condescendencias.
Hay tantas cosas de las que sería magnífico escribir de aquellas noches de tertulias. Pero son tantas las cosas de las que aún, diez años después no se pueden hablar. Tal vez para antes de morir, cuando muchos personajes que se cruzaron en nuestras vidas estén fuera del escenario, sacaré mi pluma con las manos arrugadas y escribiré con tanta sinceridad sobre aquellos tiempos en los que hoy pienso pasó el milagro de la gestación de la altivez, que nos llevarían más adelante a recorrer el mundo de tantas ideas y de relevar de nuestros padres este pedazo de mundo lleno de hostilidades.