domingo, 4 de noviembre de 2012



AUTOFLAJELO, SONIDO Y MÁS ALLÁ





Sólo necesitas ser humano para que todo ocurra
Todos tienen miedo de sufrir
Cuando ayuda a escarbar sentimientos la tristeza
Tantos sentimientos encontrados para qué?
Para escapar de la vida plana
Es un juego perdido el bien
Llevo un morral de canciones a cuestas
Unos aretes grandes dorados que atrapan la mirada de los gatos

Si me deprimo me hundo
Solo las personas fuertes podrían buscar el dolor
Así que yo prefiero seguir sin detenerme a pensar en lo que me hace sufrir

No, yo sí necesito buscar sufrir
Para sacar tanta anemia mental
Me hundo hasta el límite
Lloro, me pellizco, me muerdo duro
Intentando encontrar nuevas conexiones
Que hagan caminar por la cáscara
Y no ahogarme en la yema

Sigo enfermo
Con las ideas agarradas en hilo fino
De repente todos los años
El inglés, el sonido, el francés y el alemán
Lagunas de piel en la corteza del adjetivo
Acento, zapatos y espejo.
Fiesta de hombres, de gente profunda
Verdadera atropología
Sin la decencia vacía
Con el color del movimiento libertario
Anárquica violencia encadenada
Bailando sobre su eje.

Gritos desmembrados llegan de cabezas abarrotadas
Gracias, thank you, merci, danke
Suena todos los instrumentos
Mueven los hombros el mundo
Caminan las nubes por el suelo
deslizan las paredes
endurecen los labios
Eres humano y eso lo implica todo
Sin permisos ni papeles
Es la oportunidad de ser el bien y el mal
El hielo y la lava
Quien escupe y ofrece la copa
Quien besa y después muerde
El que llora con sonrisas
Y le sabe salada la tristeza
Grita.



*foto: Diego Latorre, 1997. Pierre Noire sobre papel, 30×21

jueves, 13 de septiembre de 2012


Frío



Hace frío de ciénaga seca. 
A cambio de barro blando partido entre ramas apretadas, 
crece un frío gris solitario, 
alimentado de matices diversos, 
de todos los colores que, 
pintados por la ciudad, 
subsisten sin alma.

A pesar de la ausencia del escurrir de los riachuelos, 
del ruido de las ranas perdidas en el hueco del eco de la noche, 
el pensamiento reconstruye todo en un placebo hostil y mentiroso, 
tranquilizante como treinta y dos kilos de alucinógenos.

Se recuerda casi que sin imágenes, 
se recuerda con sólido tacto,
con sólidas vibraciones que tocan más allá del sonido.
Se vive para el recuerdo y se recuerda para morir. 
Se muere para que recuerden, 
se recuerda para nada.

Agua, tecla y voz, 
envueltas de melodrama caótico en la violencia del instante, 
en la tortura del segundo tirano.

Ojos que se cocinan en  líneas que aparecen amables 
y abrazan sin darse cuenta hasta el ahogo,
al borde del auxilio
donde la persistencia muere.

Algunas canciones recuerdan todos los niños que viven dentro de uno, 
los que juegan, 
los que miman,
los que diabluras no dejan de hacer. 
El que camina y siente el planeta en la planta de los pies 
el que simplemente yerra y no se juzga.

Se desliza el hombre por el reloj, 
agarrándose de olvidos, 
nadando con plantas,
inhalando vida, 
exhalando días, 
componiendo su gran obra musical, 
tectónica como el silencio.

domingo, 1 de julio de 2012

Florencia Ricarda



Florencia Ricarda Bermúdez, conocida también como la callejera de piel blanca, siempre en medio del asomar del cielo y la cocina compartida de Gean Pierre Tilano, donde las sardinas saltan al paladar sasonadas por la tertulia picante y el afán intelectual.

Modesta cuando la bañan, sucia y rebelde cuando sale de paseo por los rincones de la la ventana, Florencia Ricarda se expone abierta a los comentarios perdidos de la ciudad y al dequehablar de los edificios. No cree en cuanto consejo sincero le regalan, ni se arruga ante ningùn matorral, su soberbia se agarra desde la raiz, suceso que dificilmente permite verla en paz y plena calma. Ella es en si, todo la compone, gorriones coquetos le cantan, le silban y el bostezo de la luz de la mañana le embeleca su buena reputación.



Ella no es una de nosotros, aunque dependa de nosotros sin notarlo, los humanos le parecemos necesarios, mas no una finalidad. Aprende a persuadir con facilidad, y nunca deja claro cuáles son sus intenciones verdaderas. No le interesa la verdad, sólo gusta de hablar con el sol, de quien parece se ha dejado dibujar varias sombras naranjas de alba entre sus flores.

Simulación de hija sin más pretensiones, indiferente ante tal denominación, controla el espacio y sabe manejar los tiempos, ella decide cuando es de noche y cuáles días son festivos. No se equivoca, pero tampoco enseña, discute pero no pelea, no pelea pero agrede.

Florencia Ricarda duerme, y no gusta de ser interrumpida. Ahora pernocta en medio de estos comentarios que la adornan en silencio.

sábado, 31 de marzo de 2012

Cúcuta narrada desde el Heavy Rock




Una brisa de aplausos verdes me despiertan en una ciudad tranquila, donde aún es posible escuchar el suave ruido de la gente cuando camina y el sereno eco del pensamiento. Son árboles que madrugan y trasnochan en frente de mi casa en Cúcuta donde escuché por primera vez Ángeles del Infierno. Mientras unos cantaban villancicos y otros oían a Joaquín Sabina, nosotros hacíamos de nuestra grabadora un templo de guitarras desgarradas y metáforas grises.

Se trataba de una oportunidad en medio de la desinformación impuesta o del exceso de información impuesta. Ángeles del Infierno hizo posible pensar sintiendo cada palabra, haciendo sincera la vida y aliviando con honestidad la dura tarea de volcarse hacia lo desconocido. Íbamos sin rumbo pero resueltos, con la firme decisión del convencimiento de los sentidos y con el vértigo de las velas de un barco que todos quieren hundir.

El Heavy Metal europeo explotó en nuestros corazones mezclándose al calor de la ciudad, dándole sentido a las largas noches de caminar por barrios de casas amplias y aislando las voces tradicionales de la música predecible propias de un trópico acostumbrado a sonreír y a festejar pero no a ser honesto con el siempre peligroso territorio  de la íntima tristeza.

Esa fue la Cúcuta que caminé, la ciudad que murmura y entreteje leyendas urbanas que se resisten a silenciarse en medio de los gritos del exceso maleducado del dinero malganado. Siempre hay árboles hablando en esta “patria solar” que guardan las rutas y los sonidos de quienes somos los verdaderos dueños de la memoria del pavimento. El Heavy Rock impulsó la travesía de convertir el ensimismamiento en pensamiento crítico, agrietando las insípidas estructuras conservadas que no resistieron las boyantes fábricas delincuenciales que vendrían en años posteriores.

Hoy, a cientos de kilómetros de mi ciudad, tengo en mis manos la entrada para el concierto de Ángeles del Infierno, madrugué a escribir estos párrafos y a escucharlos… fue inevitable recordar lo que les cuento en estas líneas. Pienso después de todo, que la música guarda dentro del sonido una cantidad de interacciones químicas donde se mezclan sólidos tangibles que hacen posible la reconstrucción física de espacios y tiempos concretos, Cúcuta y mis primeros años como sujeto.

lunes, 20 de febrero de 2012

Vulnerable naturaleza, indomable cultura.



En principio el hombre era un ser de aprendizaje luchando contra la inclemencia de la imposibilidad de su propia fuerza, valiéndose de instrumentos primitivos para enfrentar las adversidades que imponía el mundo de facto, la naturaleza violenta del clima, la racionalidad de la sobrevivencia de las grandes bestias en el bosque, que por poco impiden el ascenso evolutivo del ser humano tal cual hoy nos conocemos. En ese proceso quedaron primos biológicos fuera de esta carrera, los Neandertales se extinguieron acaso alrededor de la última era glacial. La herramienta más  poderosa de las entonces primitivas hordas humanas era un cerebro en crecimiento que le permitió articular causas y efectos cada vez de mayor complejidad. La aparición de la cultura como un proceso de identificación y una prueba de la variedad de material genético que se transformaba a merced de la adaptación evolutiva, apareció en principio como un comportamiento útil, pero hasta ese entonces incapaz de transgredir orden establecido alguno.

Así entonces podemos comprender cómo verdades, que en un principio parecían impuestas irrefutablemente por la naturaleza, ahora se ponen en duda por expresiones culturales que van más allá de las barreras de lo establecido. Francois Jacob explica esto de la siguente manera: “En un sentido, pertenece a la naturaleza porque es una condición general de la cultura y por consecuente no hay que sorprenderse de verla depender de la naturaleza por su carácter formal, es decir la universalidad. Pero, en un sentido también, es ya la cultura, actuando e imponiendo su regla en el sentido de fenómenos que no dependen en primer lugar de ella”

La cultura, junto con sus progresos tecnológicos, que en últimas es evolución del conocimiento del hombre, lucha mano a mano por los límites de lo posible y habla ya el lenguaje de la universalidad, un lenguaje que sólo era impuesto por un mundo indomable, y que ahora se plantea debates de modestia para no sobrepasar la sobrevivencia de la ya vulnerable naturaleza.

Es éste, el súper poder de la voluntad humana, que por medio de sus expresiones culturales ha ido y regresado millones de veces hasta el límite septentrional de lo que conocemos como naturaleza. Saberlo nos ayuda a reconocer algunas falacias que pululan de cuando en cuando al escucharse, de voceros poco liberales, sugestivas verdades vestidas de legitimidad "natural" .

La cultura ha ganado la carrera por la universalidad y moldea la naturaleza desde el suspiro molecular hasta las caricias del espacio.