Florencia Ricarda
Florencia Ricarda Bermúdez, conocida también como la
callejera de piel blanca, siempre en medio del asomar del cielo y la cocina
compartida de Gean Pierre Tilano, donde las sardinas saltan al paladar
sasonadas por la tertulia picante y el afán intelectual.
Modesta cuando la bañan, sucia y rebelde cuando sale de paseo por los rincones de la la ventana, Florencia Ricarda se expone abierta a los comentarios perdidos de la ciudad y al dequehablar de los edificios. No cree en cuanto consejo sincero le regalan, ni se arruga ante ningùn matorral, su soberbia se agarra desde la raiz, suceso que dificilmente permite verla en paz y plena calma. Ella es en si, todo la compone, gorriones coquetos le cantan, le silban y el bostezo de la luz de la mañana le embeleca su buena reputación.
Modesta cuando la bañan, sucia y rebelde cuando sale de paseo por los rincones de la la ventana, Florencia Ricarda se expone abierta a los comentarios perdidos de la ciudad y al dequehablar de los edificios. No cree en cuanto consejo sincero le regalan, ni se arruga ante ningùn matorral, su soberbia se agarra desde la raiz, suceso que dificilmente permite verla en paz y plena calma. Ella es en si, todo la compone, gorriones coquetos le cantan, le silban y el bostezo de la luz de la mañana le embeleca su buena reputación.
Ella no
es una de nosotros, aunque dependa de nosotros sin notarlo, los humanos le
parecemos necesarios, mas no una finalidad. Aprende a persuadir con facilidad,
y nunca deja claro cuáles son sus intenciones verdaderas. No le interesa la
verdad, sólo gusta de hablar con el sol, de quien parece se ha dejado dibujar
varias sombras naranjas de alba entre sus flores.
Simulación de hija sin más pretensiones,
indiferente ante tal denominación, controla el espacio y sabe manejar los
tiempos, ella decide cuando es de noche y cuáles días son festivos. No se
equivoca, pero tampoco enseña, discute pero no pelea, no pelea pero agrede.