sábado, 16 de enero de 2010


ÍNFULAS Y MEGALOMANÍA


Es evidente,
de fácil detección,
notable hasta sin querer saberlo,
inocultable por su exagerada verdad,
que la virtud más impresionante y operable en un ser humano
es ser sagaz!
Astuto,
Avisado.

Funciona el argumento
con una infaltable y precisa ambición y
delineado cálculo.
la acción y la cautela deberán ser tan precisas
como la empedernida búsqueda de Flaubert
por la expresión exacta,
le mot juste!
o la vida-obra de Wilde,
las maneras con compás,
la soberbia necesaria,
la imperfección oculta a más no esconder.

Reivindicar la autentica sagacidad,
el ser sátrapa,
cutre,
como una inteligencia bella hasta la envidia
y una reivindicación absoluta del individualismo imperial
no es tarea que me averguence.

¡Deceso a los incautos!
De rulo o rizo
Dorados, rojos, canelas, “esbeltos”
(Igual dan unas tetas hoy
que unos dedos mal lavados en algún tiempo de la china.)
adinerados o pobres,
comerciantes o académicos,
Obesos o desnutridos,
negros, morados o transparentes,
rapero, rockero o chelista.
amarillos, rojos, azules y ahora verdes,
todos, destinados en cincuenta años
a ser morralla orgánica
y dos siglos más a ser morralla histórica,
¡papel estorbo!
¡gente estorbo!

El sagaz, pese a cualquier condición
no lo habita la mediocridad.
quien agita las pestañas
como alas de mariposa encacorrada
merece ser pisado.

¡Larga vida al lento
quien perpetua los nobles excesos del ágil!

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