miércoles, 6 de enero de 2010

LA IRA DEL MOLUSCO TESTÁCEO

Cruel, palabra y lugar. Excesivo arrastre del sustantivo dolor.

Desde el oriente, donde el sol destapa las laringes de los gorriones y alborota la esquizofrenia de los abejorros, sube un paisaje desordenado de viviendas desubicadas, pulidas por el trote del viento frio y amarradas a la cintura del cerro, quien libera con su pesada dignidad, la guerra contra el siglo pasado, cómplice del mito urbano, la precoz demografía y quien le hizo brotar el cuerpo de cemento pálido, como la sangre que se seca en la tierra.
He vivido en este dormitorio mas veces que el resto de días que me quedan por... En principio tan ordenado como la misma dirección de la luz inalterada y entera. Más sicorrígido y perfeccionista que una costura tallada a máquina de pedal o una curva regordeta y lisa de cristal en una copa de la burguesía francesa de siglo no me importa.

¡Pulcro hasta el asco!, rectilíneo e inmaculado. Sospechando de mi origen por causa de esta indecente paranoia de disciplina y autoestupidez, cuestionando mi sangre, el tatuaje rojo que desenmascara mi desafortunada condición humana, pasando mi mano honda por la espalda de piel blanda y textura tiesa, como un pan de ajo que envejece y ya no se le pueden dar caricias y hay que darle golpes para doblarlo.
No sé porque no escribo, aún intentándolo, para descubrir algún discurso técnico, político o filosófico, embutido en esta insistida cotidianidad a la que llaman estar vivo (quitarse la mugre día tras día, safarse la lagaña, restregarse el ombligo). No encuentro una relación directa en mis intenciones de aportar un nuevo margen narrativo al espectro literario de mi país o a mi hispana condición. Abonando el esfuerzo, no salgo de mi mismo, de esta carrera política y consagrada de encontrarme de una manera diferente a los bellacos y reiterados estados de ánimo en los que caigo y me ahogo ya con la dermis rota y el alma comprometida.

1 comentario:

  1. el padecimiento en la escritura expira y no oigo bostezos, sino ganas de trasbocar, ese "tatuaje rojo"... y cómo puedo decir qué me gusta, a menos de que me guste le dolor y la sangre, como al empalador, pues bien, saboreo cada gota de sangre comprimida y exparcida en tus grafemas... molusco sin concha.
    Olympe

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